sábado, diciembre 16, 2006

Catarsis colectiva


No me considero un fanático del fútbol y la verdad es que no lo soy. No tengo idea cómo van los múltiples campeonatos europeos, no sé el nombre de todos los jugadores de la selección chilena y tampoco estoy al tanto de las novedades del campeonato nacional.

No quiero dar la lata como esas personas que sólo saben hablar del fútbol (a quienes detesto), pero sí contar una experiencia que está íntimamente ligada con este deporte.

Soy de Colo Colo y, si bien nunca he sido un gran fanático del equipo, sentí que no podía perderme la final de la Copa Sudamericana y ver al Albo -inculcado por mi querido abuelo- salir campeón de América, como alguna vez lo fue en 1991.

Por eso junté los 20 mil pesos necesarios para pagar Tribuna Andes y, acompañado de un amigo, partimos rumbo al Estadio Nacional a eso de las 18.00 del miércoles 13 de diciembre.

Como era de esperar, el estadio ya estaba repleto de punta a punta a la hora que entramos, por lo que tuvimos que quedar muy cerca de la cancha. Como suele ocurrir en los estadios, nos hicimos amigos de diversas personas, dando lo mismo la edad y grupo económico. Lo mejor para matar el tiempo era conversar, reirnos de cualquier situación anécdotica que pudiera pasar y contar la celebración que teníamos pensada para la noche.

La hora avanzaba y ya se acercaban las 21.30, hora del inicio del partido Colo Colo - Pachuca. El estadio poco a poco se comenzaba a transformar en una gigantesca masa homogénea, en que todos gritábamos por Colo Colo, que a esa altura todos sentíamos que "era lo más grande del mundo". El corazón se aceleraba y cuando los jugadores salieron a la cancha, la fiesta de desató.

Todos gritamos de alegría, la euforia era total y se desencadenó una verdadera catarsis colectiva. Los fuegos artificiales alumbraban la noche y cientos de las banderas de Chile y Colo Colo flameaban como si se trataran de miles de hojas de un árbol movidas por el viento de otoño. Ese solo momento valió los 20 mil pesos que costó la entrada. Y durante los 53 minutos en que fuimos campeones de América, pareciera que ningún problema era lo suficientemente grave como para opacar la alegría.

Pareciera ser que todos tus sentimientos de alegría se retroalimentaban con las otras 70 mil personas presentes en el lugar y todo se convertía en un espiral de júbilo que se prolongaba hasta el infinito.

Todos sabemos lo que pasó. Perdimos. No voy a hablar de las irregularidades de la defensa, de que los jugadores estaban cansados, de la dependencia de Matías Fernández o de la maldición del Estadio Nacional. Ese día me fui triste a mi casa, pero ahora, más frío, me quedo con la imagen de la gente feliz. De los niños, los padres, los ricos y los pobres abrazándose por una felicidad en común. Una verdadera catarsis colectiva.

PD: La foto la tomé desde mi celular a los pocos minutos de haber llegado al estadio.

5 Comments:

Blogger Hunter said...

Bah, de un día para otro todo Chile se ama, todos son hermanos. Por favor.
En cuanto al partido, perdimos no por la maldición del Estadio Nacional, simplemente porque somos ratones deportivamente y nos chupamos en los grandes momentos.
Además, el tropicalismo de la prensa deportiva nos llevó a la seguridad absoluta que eramos campeones antes de jugar, olvidando que el equipo mexicano ya habia vencido en Argentina y en Brasil, que son bastante mas que nosotros, nadie se acordó de eso, pensaron que con el tropicalismo bananero y las más de cien cábales, sentí vergüenza ajena, el partido estaba en el bolsillo, pero si esta claro que ni Borghi lo preparó, lo que queda demostrado que nos hicieran un gol casi identico al que marcaron en Mexico.
Bueno, para otra vez será, a lo mejor algún dia las cábalas producen un milagro.

9:50 a. m.  
Blogger Daniel de Witt said...

Felipe, yo soy hincha de Tristán Suárez, un equipo de Tercera División, que arrastra en promedio unos 1000 espectadores de local, y unos 250 de visitante. Si bien es una barra compacta y muy bullanguera, nos conocemos todos, y
quizás por ello pocas veces sentí esa sensación de catarsis colectiva. La única ocasión es cuando juega la selección argentina. Allí si es realmente una fiesta.
Vi el partido de Colo Colo - Pachuca. Creo que Pachuca era más equipo, aunque este Colo Colo fue el mejor equipo chileno que ví en años. Debieran perseverar.
Saludos.

12:08 p. m.  
Blogger asdf said...

Igual me dio lata que el Colo perdiera, mi papá andaba super triste por eso.
Y rancio eso de que en general los chilenos nos arratonemos en las instancias finales, querámoslo o no, siempre pasa (por desgracia).

Me reí con tu comentario acerca de que me gustaran el Extranjero y quién se llevó mi queso, la verdad es que el segundo hace rato salió de mis favoritos =P

besos!

11:39 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Pucha que lata que el Colo haya perdido la final.... pero que se le va a hacer.

Saludos y suerte.

1:53 p. m.  
Blogger Unknown said...

Estas catarsis colectivas locales aportarán algo a la globalidad?

Mi única referencia del estadio Nacional era la tortura, ahora tengo otra óptica

2:19 p. m.  

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