domingo, septiembre 10, 2006

Un verano naranja

Un verano naranja
quiero ese sabor
Juventud y naranja
contigo y con amor

En la segunda mitad de diciembre comenzaba la verdadera fiesta. Terminaban los exámenes -de colegio o universidad- y si te iba bien o mal dejaba de importar realmente. Lo que único que ocupaba nuestra cabeza era que venían TRES MESES de vacaciones. Millones de posibilidad de carrete y pasarlo bien se abrían ante nuestros ojos.

Todavía me acuerdo cuando cualquier tarde de la semana era una buena oportunidad para juntarse con los amigos a tomar una heladita cerveza.

Eso mientras estabas en Santiago, porque existían además las clásicas semanas en Viña, donde nos juntábamos amigos, primos, amigos de primos, conocidos. Cerca de 10 compadres chupábamos (copete, que se entienda) en mi departamento. Pero no todo era tan fácil: teníamos que salir antes de las 12 para aprovechar el free pass de la disco de moda que estaba en Valparaíso.

Otro clásico era la salida con nuestros padres. Las vacaciones más producidas del verano, es cierto, pero también las más tranquilas. Conocer lugares nuevos e interesantes era la primicia de estos viajes. En mi caso -hijo de padres separados- tenía la suerte que esto me tocaba dos veces en el verano (alguna ventaja que tenga esta situación).

Y así se pasaban esos increíbles e inolvidables tres meses... miles de historia que no vienen al caso contar nacían en este periodo del año. La única preocupación era pasarlo bien y conguirse las lucas para carretear.

De verdad eran veranos naranjas... veranos que cada vez veo más distantes e imposibles. El último que tuve fue hace ya casi tres años. Ahora, que estoy titulado y luchando para tener un contrato en el diario, se que esos veranos no volverán. Más temprano que tarde me convertiré en un engranaje más de la sociedad y mi vida pasará frente a mí marcada por el ámbito laboral que, sin duda, ocupará la mayor parte de mi existencia.

Si no quedo desempleado, el próximo verano de tres meses lo tendré cuando tenga 65 años... y no tendrá nada de naranja.

Maldito Adán.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ciertamente eran notables aquellas eternas vacaciones, daba la impresión que nunca llegarían a su fin. Pasaba diciembre, pero todavía quedaba mucho. Luego, llegaba enero y el verano recién comenzaba. En febrero todo parecía continuar su ritmo veraniego y, finalmente, recién en marzo uno se daba cuenta que ya estaba cerca del fin de la que para mí es la mejor época del año: el estío.

¿Y ahora qué?

Ahora buscar trabajo y pensar en trabajar, buscar nuevos proyectos. Pero eso no significa que la nostalgia por aquellos veranos de antes desaparezca. Todo lo contrario, pues siempre estarán presentes en la memoria de cada uno de nosotros.

11:24 a. m.  

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